S-ArmonizadorHabala041204ProgressGroup_La Meta de las Eras-253
La Meta de las Eras.
Un Armonizador Habla – #253.
Querido, separar el fin del principio requiere un entendimiento que solo puede ser adquirido por la experiencia de haber vivido a través de la vida. Sin experiencia, es imposible el logro para un pequeño mortal. Una pequeña hormiga no sabe hacia donde se dirige el elefante a medida que se columpia en sus largas piernas.
De la misma, manera, tú tampoco puedes saber hacia donde te diriges, aunque tengas algún concepto del destino eventual. No existe un humano que no tenga algún pensamiento del más allá.
Una noción popular es que estarás sentado en una nube siendo entretenido por un ángel con un harpa. Esto, claro está, es totalmente erróneo y no menos aburrido. Tu texto, el Libro de Urantia, explica algo de esto cuando después de tu resurrección, en los pasillos de Mansonia número uno, te reunirás conmigo, tu morador interno. Esta reunión ocurre luego de tu largo o corto sueño de muerte física, mientras tu yo-alma ha sido cuidada por tus ángeles guardianes.
Ahí, tu próxima etapa eterna comienza, a medida que recuerdas lentamente todas las memorias valiosas de tu vida terrenal, mientras que la escoria queda atrás.
La próxima etapa es el mayor refinamiento de tu caracter personal. Tú recibirás una mayor capacidad de comprensión mientras más te prestes a la recepción de instrucciones, y así crecerás en talla.
Necesito decirte que en la próxima etapa de existencia, continuarás precisamente en donde quedaste en tus capacidades mentales. Es extremadamente importante que no hagas menos de estas capacidades con adicciones químicas, aunque las aberraciones mentales quedarán atrás.
Y así progresarás más aún, de etapa en etapa, internamente y hacia arriba en el ciclo de la eternidad, crecinedo y perfeccionando el largo camino a Casa, hasta que un día en el lejano-distante fituro te pararás ante la Presencia del perfecto Creador como un ser perfecto.
Esta es la meta de las eras para seres evolucionadores como tú.
Traducido por Alma Miranda
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